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unhogarenlosabismos

Los tiempos están a-changin una barbaridad

Como todos ustedes saben durante las dos últimas décadas del siglo pasado fui muy aficionado a las infusiones de viruta de abedul, que a menudo gustaba en acompañar por el turbulento  espolvoreo de una pequeña nube de serrín de roble del Cantábrico. Las tertulias que solía tener al anochecer en la cafetería El Sosiego de la capital de Felices Aires con mi entonces muy querido amigo y excelso muerto de hambre, el periodista sin oficio ni beneficio,  her Knut Hamsun, habían pasado a convertirse en un célebre acontecimiento social del que se hacía eco todas las semanas  las páginas de sociedad  de los periódicos más importantes del mundo. En mi caso esta práctica de degustador de infusiones de madera era de naturaleza absolutamente snob, por su puesto. No así el el caso de mi amigo Knut, del que debo recordar aquí ahora en honor de su solvencia literaria y personal y de su buen nombre, que siempre llevó con mucha dignidad el acoso a que le sometía la Prensa a diario. "¿Cuando por fin le va a aceptar algún medio periodístico algún artículo suyo, Sr. Hamsun, por favor, tiene alguna noticia que darnos al respecto?" , era una de las preguntas más recurrentes de aquellos periodistas becarios, casi todos ya nonagenarios,  que todas las tardes se allegaban hambrientos de noticias,  desde sus barracones a la otra orilla del río,  para seguir de cerca los acontecimientos más lacerantes y críticos de la aun inexistente carrera periodística y literaria de mi buen amigo Hamsun. Una carrera  cuya proyección de anonimato y marginación estaba tomando unas cotas de fama y celebridad en verdad inauditas en este hermoso oficio de los símbolos de puntuación y las letras. "Por favor, Sr. Hamsun, ¿ha consegudio ya para esta noche algún trozo de madera para llevarse a la boca?" " ¿Es verdad que le ha presentado una querella criminal contra el Patrimonio de la Humanidad el Ministerio de Literatura y de las Artes por haberse llevado en las últimas semanas en lonchas casi medio peldaño de su escalera interior de caoba? ¿Tiene dinero para pagar las posibles sanciones? ¿Cree que tendrá ya trabajo cuando le toque pagar las costas del juicio? ¿Son ciertas esas informaciones sobre una criada del servicio de la familia Von Nabokan que afirma que le ha acosado usted para que le cediera sus compresas usadas para los consomés que prepara en alguans fogatas de los obreros del astillero? ¿Son ciertos los rumores que..." "Por favor, señores, un poco de comprensión con nuesro invitado", solía terciar algún camarero, o a veces el mismo chef del restaurante- cafetería  cuando el tumulto  de corresponsales y curiosos aficionados hacía casi intransitable la entrada y salida de los clientes de El Sosiego o cuando veían en el gesto enloquecido del rostro macilento y cadavérico de Knut uno de sus inminentes ataques de sus horrísona y grimosísima histeria. "¿Se encuentra bien, señor Hamsun? ¿Quiere un poco más de virutas? ¿Que tal si le echamos un par de colillas a su infusión de cortezas de pino? Ya verá como los resquicios de nicotina de las boquillas le sentarán de maravilla y le azuzarán el ingenio. Será casi como tomarse un exquisito café importado de Colombia. Ande anímese, hombre, ya verá qué bueno y qué bien le sienta. Qué se apuesta a que luego va a poder escribir cosas que serán rechazadas por todos los directores de periódico  de la ciudad con más énfasis y vehemencia que nunca. Su leyenda de periodista y escritor inédito ha transpasado todas las fronteras del mundo, don knunt, que hasta ya le conocen no pocas tribus y etnias de raza negra a través de las misiones salesianas y mercedarias en África... Nunca le agradeceré lo suficiente el honor que es para mí su regular presencia en mi negocio. Fíjese que le digo, don Knut,  que no me extrañaría nada que esta ciudad que le vio a usted nacer y comerse más madera que una plaga bíblica de termitas acabará por perdonarle todos los daños causados, tanto a su imagen europea y universal por su siniestra apareincia demacrada de indigente, como por los desperfectos a que ha sometido usted también a  su patrimonio en general y al maderero en particular. Incluso a lo mejor le levantan una estatua.  Ya me encargaré si es el caso de hacer yo mis gestiones para que se utilice como material ese ébano de tan buen recuerdo para usted y que ha hecho, aquí mismo en mi café más de una tarde de fiesta, sus delicias." 

Fin de la primera parte del primer capítulo del primer libro sobre Las Memorias del café El Sosiego, de Ernesto de Ja Janover Roll Over Katoven.

3 comentarios

Marquesa de Murillo -

Flipito: hay qué ver que cosas se te ocurren. ¿Nunca te lo dijo tu mamá? Un beso de biruta para ti.
Cuídate, love.

Morgano -

Desde Argentina. Chapeau. Si usted supiera la cantidad de sacos de virutas que se comen por aquí...

Padre Acebo -

Una vez soñé que había un escritor que escribía sonámbulo mientras soñaba. No sé si será su caso, pero lo parece. Muy onírico todo, pero quizá con demasiado sentido a la vez.